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En el libro de Jueces capítulo 6 al 8, se relata la historia muy conocida de Gedeón, este pasaje nos puede dar muchos mensajes a pesar que su protagonista es un hombre miedoso, tal vez con baja autoestima y desconfiado. Pero alguien que estaba haciendo “algo”, ayudando con lo que podía, escondiendo el trigo para que los enemigos no se lleven el alimento de su pueblo (cap. 6:11).

        Seguramente en ese momento era más fácil quejarse y llorar, dejar que el miedo y la tristeza paralice, pero él decidió hacer algo o si él no lo decidió seguramente alguien se lo ordenó y el obedeció. A veces podemos vivir una situación parecida, podemos quejarnos de las cosas que no se hacen, o que se hacen de forma diferente a lo que nosotros podríamos haber hecho, pero ojalá sigamos el ejemplo de Gedeón, por más que no nos sintamos capacitamos, por si nadie más quiere hacerlo, nosotros tomemos la iniciativa. Muchas veces hay gente capacitada pero muy poco dispuesta a poner “sus manos en la obra” si hay algo qué hacer y no hay nadie más que lo haga, ofrescámonos con entusiasmo.

       En muchos casos en nuestras congregaciones pequeñas nos toca, dirigir la alabanza, hacer sonido, hacer mantención, incluso hacer aseo, predicar, etc. Si podemos y no hay nadie más hagámoslo con humildad y gozo, sabiendo que lo que hacemos no es para los hombres.

    Siempre los grupos numerosos entusiasman, se dice que en general si uno pasa por un restaurant que está con todas o la mayoría de las mesas ocupadas se hace más interesante que otro que esté con todo vacío. La gente llama a más gente y esto también pasa en nuestras congregaciones, por lo general, los grupos o departamentos donde hay más personas, tienen muchos otros interesados en involucrarse también. En el cap. 7 versos 5 en adelante nos ensaña que no siempre los grandes números de personas van a producir el mejor resultado, por otro lado no siempre nuestros ministerios van a tener el mayor número de gente tal vez por algunas situaciones especificas incluso nos va a tocar estar solo ejerciendo la tarea.    

     Cuantas congregaciones pequeñas tienen un solo hermano con un vieja guitarra o una hermana mayor con un pandero que dirige las canciones, ni pensar en tener un encargado de sonido. Pero para esos que hemos estado en esa situación, Dios puede hacer cosas grandes aún con las carencias, porque su poder no depende del número de personas involucradas. Así como con un pequeño ejercito, solo de trecientos hombres, con instrumentos musicales, Dios puede vencer a un ejercito tan grande e incontable como “las arenas del mar”.

   El trabajo como equipo es importante, más allá del número, lo importante es la capacidad que tengamos de ponernos de acuerdo, no pensemos que él que Dios pone delante para dirigir u organizar es más importante que otro miembro del grupo. Pero si tenemos que tener en cuenta que es necesario, siempre que haya alguien que organice y en esa organización a veces nos va a tocar hacer cosas diferentes a las que queremos, o en tiempos diferentes o simplemente no hacer nada, pero la disposición es lo importante. Un siervo hace lo que su Señor le pide y en el momento que él se lo pide. Hay lugares incluso en que se piden opiniones y se aceptan ideas para poder trabajar en común de mejor forma, ese es un ejercicio muy valioso, solo tengamos cuidado de no creer que siempre la nuestra es la “mejor idea” y que si no se nos escucha o no se pone en práctica lo que sugerimos tenemos el derecho a enojarnos y dejar de participar.

    Seamos verdaderamente, siervos y soldados “dispuestos a toda buena obra”.

2018

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