El conocido cantante y líder de alabanza Marcos Witt, hace años escribió un libro con una mirada bastante específica y acertada a la labor de los músicos en las iglesias cristianas, aunque el libro está orientado a músicos y líderes, presenta principios que perfectamente se pueden aplicar a los técnicos y operadores de sonido que forman parte de equipos de alabanza, en sus iglesias Porqué los sonidistas también forman parte del ministerio de alabanza). A continuación, presentamos un capitulo que puede traernos mucha luz sobre nuestro desempeño como siervos de Dios en una comunidad cristiana, aunque el título dice “músicos” podemos pensar en “sonidistas”, todo lo demás aplica perfectamente.
EL MÚSICO COMO SIERVO
LA TAREA PRINCIPAL de los levitas del Antiguo Testamento
se podría resumir en esta sola palabra: servicio.
Eran personas dedicadas a servir al Señor, a su pueblo y
a sus sacerdotes. Sus tareas en ocasiones no eran envidiables
ni deseables, sino duras, difíciles y muchas veces
hasta sucias. Eran personas que se ensuciaban las manos
con las responsabilidades que les habían dado. De la
misma manera necesitamos ser músicos que sepamos servir,
trabajar y ensuciarnos las manos para el bienestar de
otros. De eso quiero hablar ahora.
Si existe una urgente necesidad de algo entre los músicos,
es la de un espíritu de servicio. Como 10 hablamos
en los primeros capítulos de este libro, el músico típico se
caracteriza por su actitudes pesadas y desagradables, y no
por su actitud de servicio y de entrega a los demás. La
mayoría estamos tan preocupados en 10 nuestro y en
nuestras «carreras», o peor aun en nuestros «ministerios»,
que no nos queda tiempo para estar pensando en los
demás. Son muy escasos los músicos que muestran un
espíritu de entrega e interés en los asuntos de otros. Cuando
veo uno de esta clase me dan ganas de ponerle un
letrero que diga: «¡Cuídenlo! ¡Especie en peligro de extinción!
» La verdad es que es un elemento especie muy raro
que no se ve con frecuencia. La mayoría de los músicos
están peleándose por posición, plataforma y visibilidad.
Es triste, pero es cierto. Lo peor es que uno pensaría que
esto sólo se da en los músicos seculares y no de la Iglesia,
pero no, también se da entre los músicos «cristianos». No
terminaría de contarle las historias que sé de músicos que
han causado daños irreparables al Cuerpo de Cristo simplemente
por no adoptar y vivir en un espíritu de servicio:
relaciones rotas, vidas destrozadas, muchísimos malentendidos,
confusiones, pleitos y divisiones provocados
por una falta de conocimiento de 10 que es ser un verdadero
siervo.
La palabra «siervo» no es un título que alguien confiere
a otro, sino que es un estilo de vida que esa persona
vive diariamente. El siervo es alguien que se reconoce
fácilmente, no porque todos le llamen así, sino porque sus
acciones 10 gritan por todos lados. En realidad el que es
siervo no tiene necesidad de que se lo digan ni lo anda
pregonando por dondequiera, porque su estilo de vida 10
dice por él. Sé de muchos ministros a quienes les dicen
«siervos», ya que esto es muy común en nuestra cultura
cristiana, pero que 10 único que tienen de siervos es el
título, porque sus estilos de vida no reflejan 10 que en
verdad es el servicio. En muchos países, por ejemplo, a mí
me llaman «siervo» porque me imagino que es una costumbre
local denominar así a los ministros. Entiendo y
acepto que esto se haya vuelto una costumbre. Cuando me
dicen «siervo» me gustaría que mi vida reflejara que no es
tan sólo un título de costumbre o respeto que alguien ha
conferido sobre mí, sino que es una realidad en la que vivo
diariamente. Otra de las cosas que sucede mucho en el
ministerio tiene que ver con las presentaciones de los
«siervos de Dios». Usted no puede imaginar las diferentes
maneras que usan para presentar a los ministros antes de
que prediquemos o tomemos la plataforma para participar
en la reunión. Muchas veces cuando oigo todo 10 que
dicen de mí en momentos en que me están presentando
antes de subir a la plataforma, pienso: «Cómo me gustaría
conocer a la persona que están «presentando», porque no
encuentro ninguna relación entre la persona de quien
están hablando y yo. En una ciudad de Sudamérica el
hermano que me presentaba se emocionó tanto que hasta
me dio el título de «doctor». No pude evitar el sonreír al
escucharlo, porque no tengo el honor de tener ese título
ni real ni honorífico. Pero el hermano me 10 dio, y le estoy
agradecido. Bueno se lo comunico para que usted también
se ría conmigo, y para que se entere de que no es el título
de «siervo» lo que nos hace siervos, sino nuestra manera
de vivir con los demás y de servirles.
Me causa mucho dolor ver a unos músicos peleándose
por posición y visibilidad. Les tengo noticias a todos los
que lo hacen. También es doloroso al Cuerpo de Cristo.
No crea que la gente no se ha dado cuenta de nuestra
rivalidad y del espíritu de competencia que ha existido en
muchos. Son los primeros en enterarse. Esto ha traído
mucho rechazo al Cuerpo de Cristo, y es tiempo de que
los músicos de la «nueva generación» vayamos cambiando
esto, tanto en nuestras propias vidas como en nuestros
ministerios. La posición es algo con lo que batallan muchas
personas. Desde los tiempos antiguos el hombre
siempre ha estado peleando uno contra otro para poder
obtener mejor posición. Estamos demasiado interesados
en la posición, en que se nos «tome en cuenta», y en que
la gente se fije en las grandes habilidades con las que
hemos sido dotados... claro, todo para la honra y la gloria
del Señor.
¡Posición! Todos buscan mejorar la suya. ¡Ser vistos!
Todos quieren ser vistos. Sucedió algo muy interesante
entre los discípulos de Jesús. La historia se encuentra en
Mateo 20.20-28. Se los vaya relatar.
Sucede que los dos hijos de Zebedeo deseaban asegurarse
de que iban a tener una buena posición en este
«reino» del que tanto hablaba Jesús. Lo platicaron entre
ellos (lo más seguro es que hubo un pleito entre ambos
para decidir quién iba a tener cuál puesto), y luego le
llevaron el caso a su mamá. Bueno, a la mamá le pareció
genial la idea de que cuando Cristo se sentara sobre el
trono de su reino, uno de sus muchachitos estuviera sentado
en el lugar de privilegio y responsabilidad (o sea a la
derecha de Jesús) y el otro sentado en otro lugar igualmente
visible y muy importante (a la izquierda). ¡Imagínese
como se verían las fotos que podría mostrar a sus vecinas,
a los familiares y a los miembros de la congregación! Con
orgullo podría decirle a todo el mundo que sus dos hijos
eran el primero y segundo a bordo de este nuevo reino
que se acababa de establecer. Mientras más la pensó, más
atractiva se le hacía a la hermana Zebedeo la propuesta de
los muchachos. Con esa posición y visibilidad de sus
preciosos hijos, ella sería una mujer importante en el país.
Entonces los tres, la mamá y sus dos hijos, decidieron ir a
comentárselo a Jesús, seguros de que a Él también le
parecería una espléndida idea, ya que le iba ser difícil al
Señor encontrar buenos ayudantes, y pues, debería darle
gusto que tuviera a estos dos voluntarios magníficos para
el trabajo. Ah, y todo para la honra y la gloria del Señor...
Después de mostrarle todo el plan al Señor, Él les hizo
unas preguntas (¿podéis beber del vaso que yo he de
beber, y ser bautizados con el bautismo con que yo soy
bautizado?), a las que contestaron con entusiasmo, pensando
que estaba sellado el trato, asegurándole al Señor
que ellos eran los candidatos perfectos para la posición.
Al mirar el corazón de ellos, y el de sus demás discípulos,
Jesús se dio cuenta de que era hora de sentarse a hablarles
de 10 cambiaría para siempre el rumbo de su reino si tan
sólo hubieran entendido lo que les quiso enseñar (parece
que hasta la fecha algunos no lo hemos podido entender.
Se dio cuenta de que todos sus discípulos estaban igualmente
ansiosos de tener posición y plataforma, porque
nos dice Mateo 20.24: «Cuando los diez oyeron esto, se
enojaron contra los dos hermanos». Estoy seguro de que
se enojaron porque a ellos no se les ocurrió antes la idea.
Se enojaron porque no podían creer que estos dos muchachos
«atrevidos» se hubieran adelantado al juego para
pedirle las posiciones que todos los demás estaban anhelando.
¡Qué grupo tenía el Señor a su alrededor! Bueno,
se parecen a muchos de los que tenernos a nuestro alrededor.
Todos queriendo tener mayor y mejor visibilidad,
haciendo campañas personales para asegurarnos esos lugares.
Parece que no ha cambiado mucho hasta la fecha.
Todo sigue igual, pero también pareciera que pocos hemos
aprendido la lección que Jesús nos enseña:
Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean
de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas
potestad. MAS ENTRE VOSOTROS NO SERÁ ASÍ,
sino el que quiera hacerse grande entre vosotros será
vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre
vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre
no vino para ser servido, sino para servir, y para dar
su vida en rescate por muchos» (Mateo 20.25-28 énfasis
mío).
«MAS ENTRE VOSOTROS NO SERÁ ASÍ»
Estas seis palabritas cambiaron el rumbo de la historia
para nosotros. Con toda claridad el Señor nos dice que la
forma en que se hacen las cosas en el mundo no se aplica
en el reino de Dios, y que la manera en que se manejan las
cosas del mundo no es la manera en que se deben manejar
en el reino. Todo cambió con esa declaración que contiene
seis palabras. Más bien, todo DEBERÍA haber cambiado.
¿Por qué entonces seguirnos aferrados a querer hacer las
cosas corno las hacen los grandes y los que gobiernan las
naciones? Pensarnos que «corno así lo hacen ellos, así lo
debernos hacer nosotros». Por ejemplo, una de las frases
que se ha escuchado en los últimos años en los círculos de
la música cristiana es la frase que dice: «Es el estándar de
la industria. Así lo hacen en la industria musical secular,
así lo tenernos que hacer nosotros». Empecé a sentir que
esta lección de Cristo debería aplicarse aun a la manera en
que manejarnos nuestros negocios, los que tenernos negocios
cristianos, o más bien dicho los cristianos que tenernos
negocios. ¿Por qué somos tan sensibles a cómo hacen
las cosas en el mundo, cuando Jesús dijo que entre nosotros
no las vamos hacer corno ellos las hacen? Estas preguntas
demanda una respuesta en nuestra vida. Si todos
los músicos del mundo se portan y tratan a la gente de una
manera, ¿por qué tengo que adoptar esos modales corno
míos? Prefiero hacer las cosas de manera diferente, corno
Jesús nos enseñó a hacerlas.
Por ejemplo, se dice en el mundo que para poder tener
éxito en la industria musical hay que tener un «padrino»,
alguien reconocido, que tenga muy buenos contactos y
que lo pueda «lanzar» al medio. Hace mucho tiempo llegó
a mis manos una carta de una madre muy bien intencionada,
pero que notablemente tenía la idea de que en
nuestro ministerio, CanZion Producciones, hacíamos las
cosas igual que en el mundo. En su carta me explicaba que
su hija cantaba y que tenía gran talento y no dudo nada
de lo que me mencionaba esta señora. Al final de su carta,
llegó al grano del asunto y me decía: «Hermano, yo quiero
que usted lance a mi hija al ministerio». Me quedé pensando...
«¿Quiere que la ....... lance......? Bueno.... ¿de dónde
la lanzarnos?...» Es una broma, pero sí me dejó pensando
en que en el Cuerpo de Cristo aún falta conocer que los
hombres no somos quienes «lanzarnos» a nadie y necesitarnos
quitarnos esa mentalidad. Cristo se lo explicó a los
hijos de Zebedeo de la siguiente manera: «El sentaros a mi
derecha y a mi izquierda NO ES MÍO DARLO, sino a
aquellos para quienes está preparado por mi Padre»
(v. 23; énfasis mío). Ni Jesús mismo está lanzando personas
y regalando posiciones, esto es algo que sólo el Padre
prepara y da. Quiero decirle lo siguiente: Si hay alguien
entre nosotros a quien Dios está usando, casi le puedo
asegurar que está en un lugar que el Padre le ha preparado.
Si Dios escoge a alguien para usarlo, lo más probable
es que esa persona haya pasado por un largo y tedioso
proceso al que le ha sometido el Padre antes de darle la
posición que ahora tiene. Las posiciones no vienen porque
alguien se las busca, tumbando puertas por todos lados
para saber quién le va a dar una oportunidad, sino que
vienen porque el Padre, le prepara un lugar y se lo entrega
en el tiempo que Él cree propicio después de ver el corazón
y las intenciones de la persona y de medir su trayecto
y su respuesta ante las pruebas diversas. Por eso es que
tenemos grandes hombres y mujeres de fe en quienes
podemos admirar la manera en que Dios los usa, porque
Él mismo los ha preparado, investido de autoridad espiritual
y puesto en el lugar donde hoy se encuentran. Que
nunca se nos olvide que no debemos de andar buscando
algo que sólo el Padre nos puede dar.
Me permito hacer una observación: Si tiene que tener
un promotor, o si tiene que andar promoviendo usted
solo, lo más probable es porque el Espíritu Santo lo ha
dejado de hacer. ¡Mucho cuidado! Muchas veces nos encontramos
promoviendo cosas y personas que el Espíritu
ya dejó de promover. Más nos vale tenerlo a Él como
nuestro promotor. Él tiene todas las llaves de todas las
puertas de todo el mundo. Tiene todos los números de
teléfono y de fax de todas las personas en el mundo entero,
y si lo quiere usar en cualquier parte del mundo, Él sabrá
cómo y con quién 10 relaciona para que eso se llegue a dar,
y lo hará en el momento más oportuno sin que usted tenga
que hacer nada. De pronto, cuando menos 10 piense, esta-
rá en algún lugar siendo de gran bendición a las personas,
porque es algo que el Padre le preparó.
La filosofía del mundo para hacer las cosas es: a ver
qué tan poco puedo hacer, en el menor tiempo posible y
con la remuneración más alta posible. Estas son las reglas
del mundo para hacer casi todo. Por eso existen los sindicatos,
para defender los derechos del trabajador: que trabajen
menos horas, que les den más vacaciones, que les
den más prestaciones y que les paguen mejor. Así se
maneja el sistema mundial. «Mas entre vosotros no será
así».
En el mundo existe la filosofía de «cuidar al # 1».
¿Cuántos comerciales de televisión han salido con ese
lema? «Recuerde, si usted no cuida al # 1, ¿quién lo hará?»
y todos lo escuchamos y hasta pensamos que tiene cierta
veracidad. «Si no me cuido a mí mismo, nadie lo hará por
mí». El único problema con esa mentalidad es que Cristo
dijo «Mas entre vosotros no será así)).
Otra de las filosofías fuertes en el mundo es la de «la
supervivencia de los fuertes)), en otras palabras, los más
fuertes dominan y se enseñorean de los más débiles. Esta
mentalidad reina principalmente en el mundo de los negocios:
«Si tuviste que ir a la deriva y a la quiebra para
sobresalir, yo entonces soy más fuerte que tú, y ahora me
tienes que servir). Por eso es que tenemos a millones de
hombres y mujeres en el mundo de los negocios utilizando
sus habilidades¡ no para hacer avanzar la raza humana,
sino para hacer avanzar sus propias carreras. Utilizan
métodos poco éticos y recurren a las prácticas sin escrúpulos
para ver cómo salir adelante en la vida. Todos
pisotean a todos para ver cuánta posición pueden obtener
a través de su lucha por el poder. Pero Jesús nos enseñó
que: «Mas entre vosotros no será así)).
Los miembros de muchos equipos de alabanza pelean
entre sí para ganar mejor posición en el mismo. Unos
dicen «Si no toco el domingo, pues no vengo a la reunión».
Otros se quejan porque los ponen en el programa de la
reunión entre semana a la cual asiste poca gente, y no
todos aprecian el gran don que tiene el músico en cuestión.
En los «festivales» de música cristiana todos se pelean
por ver quién va primero. En ellos es común escuchar:
«¿Por qué a nuestro grupo lo pusieron después de
este o aquel otro grupo?» O, «¿por qué a ellos les van a
dejar cantar tres canciones y a nosotros sólo nos permitieron
dos?» Los pleitos son de nunca acabar entre los músicos
del reino. Mientras tanto, Jesús está tratando de decirle
a estos preciosos hijitos suyos: «Mas entre vosotros no
será así». Tenemos otra serie de reglas que deben regir
nuestros ministerios. Los cristianos debemos tener otra
manera de manejarnos, pero por tanto tiempo de medirnos
con el «estándar de la industria» hemos adoptado
muchas de sus cosas, mientras el Señor está esperando
que alguien acepte el desafío de que «entre vosotros no
será así».
«ESTE SENTIR QUE HUBO EN CRISTO»
Uno de los pasajes de la Biblia que más me han desafiado
en los últimos años es el que se encuentra en Filipenses
2.3-8. Vamos a leerlo primero y después nos detendremos
en algunos puntos claves de estos desafiantes versículos.
Nada hagáis por contienda o por vanagloria, antes
bien con humildad, estimando cada uno a los demás
como superiores a él mismo; no mirando cada uno por
lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los
otros. Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo
también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de
Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que
aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando
forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y
estando en la condición de hombre, se humilló a sí
mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte
de cruz.
¡Qué tremendo!
¡Qué increíble!
¡Qué desafío!
¡Qué ejemplo nos deja el Señor de lo que es un verdadero
siervo!
Vamos a tomarlo por partes.
1) «Nada hagáis por contienda o por vanagloria».
Parece que el escritor se lo estuviera dirigiendo a los
músicos, porque muchos, por no decir la mayoría de ellos,
tocan su música por vanagloria. En el mundo se escucha
mucho que el pago máximo para los «artistas» son los
aplausos del público. Vanagloria. Exaltación al hombre.
En el músico viene casi por naturaleza este elemento de
vanagloria. Hay en él un deleite por tocar en la presencia
de otros y por que se le reconozca y se les aplauda como
alguien especial. Es uno de los factores que mueve o
motiva a muchos de ellos. Ahora, aunque es mucho menor
el nivel de vanagloria entre los músicos cristianos, de
todas maneras sí existe, porque si no existiera no habría
tanta contienda y tanto pleito. No habría tantos deseos por
parte de unos de sobresalir y destacar de entre los demás.
La vanagloria produce y fomenta la contienda, y cuando
hay un músico que cree que es la última Coca-Cola en el
desierto, le puedo asegurar que va a haber muchas contiendas.
El vanaglorioso no piensa en nadie más que en él
mismo, y este abusará de la confianza, demandará favores
y excepciones, y miles de otras cosas que vienen de la
mano con la vanagloria. Por eso, nada hagáis por contienda
o por vanagloria. Nada. No toques tu instrumento en la
reunión si lo estás haciendo por vanagloria, esto no bendice
al Señor ni a su Cuerpo. Si tu motivación al tocar,
cantar y ministrar tu música es recibir algún aplauso, algo
anda mal. Cada uno debe revisar constantemente sus
motivaciones para asegurarse de que lo que está haciendo
no lo hace por contienda o por vanagloria.
2) «Estimando cada uno a los demás como superiores
a él mismo». No sé de usted, pero yo no he escuchado
muchas enseñanzas acerca de esto en la Iglesia, y vaya que
he oído muchas predicaciones en mi vida, no sólo en
México sino en todo el mundo hispano. Pocas son las
personas que están hablando acerca de nuestra responsabilidad
de mirar a los demás como «superiores», como
mejores que nosotros mismos. Especialmente entre el ambiente
de los músicos no existe este sentir. Antes bien, hay
mucha rivalidad y competencia entre nosotros y mucha
discusión sobre quién es mejor o peor. Son pocos los
músicos, que sin pertenecer al mismo grupo en el que
tocan, se apoyan, se aman, se estimulan, se consideran y
se ayudan. Al contrario, la mayoría se encuentra discutiendo
sobre quién tiene una mejor guitarra, o quién tiene
un mejor equipo de sonido, o quién tiene una mejor batería
o cualquier otra cosa sobre la que hacen pleitos. Los
músicos parecemos de otro planeta cuando se trata de
nuestros instrumentos, porque los queremos y los cuidamos
como a pocas cosas, y es por eso que cuando viene
otro músico y nos dice que su instrumento es mejor que
el nuestro ardemos de ira y de celo. He presenciado algunas
discusiones airadas y fuertes donde dos músicos no
quieren aceptar que posiblemente el instrumento del otro
sí es superior al suyo.
. Recuerdo que en una gira por un país de Sudamérica
viajábamos en un autobús con muchos otros compañeros
que trabajaban en los Congresos que se habían organizado
en varias ciudades del país. Uno de esos días en que
habíamos estado muchas horas viajando en el autobús
empezó una discusión, dos asientos adelante del mío,
sobre algunos grupos que tocaban música cristiana. Uno
de los muchachos insistía que «X» grupo era el mejor y el
otro alegaba que «Y» grupo era superior. Estos dos jóvenes
discutieron, airadamente, por dos horas sobre este
tema que al fin de cuentas no cambió nada ni produjo nada
ni hizo nada. El único resultado fue un dolor de cabeza en
todos los que estábamos a su alrededor, al grado de que
después de cuarenta y cinco minutos de escucharlos me
fui a la parte de atrás a buscar otro asiento, porque me
sentía mal de escuchar que rivalizaban por asuntos tan
insignificantes. ¿Por qué no podemos considerar la posibilidad
de que hay alguien superior a nosotros? ¿Por qué
insistimos en que somos los mejores?
Recuerdo que la única razón por mucho tiempo en mi
adolescencia por la que acudía a los conciertos cristianos
era para ejercer mi don de «tijera», o sea de criticar.
Algunos amigos y yo nos sentábamos en la parte de atrás
del auditorio donde podíamos ver todo muy bien y proceder
a «analizar» todo lo que estaban haciendo mal los
músicos. Hasta que un día Dios me habló fuertemente
acerca de mi error. Ahora, en ocasiones veo personas que
asisten a nuestros eventos comentar entre sí acerca de lo
que estamos tocando, probablemente son buenos comentarios
pero lo más seguro es que no. Me doy cuenta de que
simplemente estoy cosechando lo que por tanto tiempo
sembré. Es una ley: «Todo lo que el hombre sembrare, eso
también segará». Me siento muy arrepentido de haber
siempre criticado a aquellos que lo único que hacían era
esforzarse para difundir las buenas nuevas del evangelio.
Me gustaría que los músicos pudiéramos llegar a ese lugar
en nuestras vidas en que realmente pensemos en que
todos tienen un lugar de importancia en el reino; que
todos somos especiales, y que cada uno tiene un lugar
distinto al otro; que necesitamos apoyamos y ayudamos
uno al otro. Esto nunca sucederá a menos que podamos
«considerar a los demás corno superiores a nosotros mismos
».
Una pregunta: Cuando en alguna reunión usted tiene
que estar sentado mientras otro toca el mismo instrumento
que usted, ¿puede estar a gusto? ¿O se la pasa «analizando
» cada nota que está tocando el instrumento que a
usted le «corresponde}}? ¿Puede usted estar tranquilo alabando
y adorando al Señor, sin importar qué tan bien, o
mal está tocando aquella persona? Si la respuesta a mi
pregunta es que no puede estar tranquilo y que sólo
piensa en lo que el otro está tocando, entonces usted no lo
considera superior a usted mismo y necesita pedirle al
Señor que lo ayude a cambiar. Cuando están tocando
nuestros compañeros, debe darnos mucho gusto. Debe
llenarnos de alegría. Debernos de apoyarlos con nuestras
oraciones y palabras de ánimo y no darles miradas angustiadas
y descontentas. Debernos pensar en que ellos son
superiores a nosotros, y por eso les correspondió estar
tocando en ese momento. Así debería ser.
3) «No mirando cada uno por lo suyo propio, sino
cada cual también por lo de los otros}}. ¿Dónde existe esta
enseñanza en el Cuerpo de Cristo? ¿Por qué somos tan
pocos los que estarnos predicando sobre este principio?
Corno ya lo vimos anteriormente, los del ministerio de la
música parece que batallamos más con estas cosas que
otros. Es difícil pensar en los demás, porque estarnos más
acostumbrados a pensar en nosotros mismos. Pero la tarea
de un «siervo}} es precisamente «mirar por lo de los otros».
Si aspiramos a ser siervos, debernos cambiar nuestra manera
de pensar: Debernos pensar menos en lo nuestro y
dedicarnos a lo de los otros. Alguien me preguntó una
vez: «¿Y si dejo de pensar en lo mío y me pongo a pensar
en lo de los otros, quién va a ver por 10 mío?}} La respuesta
es sencilla: Dios. El Creador de todo lo que hay va a
empezar a ver por lo tuyo, porque Él se va a dar cuenta
de que corno tú ya no tienes tiempo para pensar en lo tuY9'
Él tiene que hacerlo por ti. ¿Qué tal? Y, ¿no crees que El
puede hacer un trabajo mucho mejor que tú mismo? en
ver por lo tuyo. ¡Claro que sí!
No conozco un solo músico que no sueñe con tener
«x}} instrumento o aparato electrónico. ¡Ni uno solo! Aun
el más espiritual de nosotros tiene aspiraciones de poseer
ese instrumento mejor o más bonito. Pasarnos por las
tiendas, vernos las revistas y los anuncios y hasta se nos
hace agua la boca en sólo pensar en el día en que podamos
tenerlo en nuestras manos presumiéndolo corno propio.
Pues aquí le va un consejo muy práctico: Póngase a pensar
en lo de los otros y vea a quién puede bendecir con el
instrumento con el que ha soñado y le aseguro que cuando
usted vea por el de ellos Dios se encargará de ver por el
suyo. Esto ha sucedido una y otra vez. Cuando nos despojarnos
de las cosas, reconociendo quién es el verdadero
dueño de ellas, todo cambiará para nosotros. Yo creo que
otra de las muchas razones por las que Dios no nos bendice
más, es porque ve que en nuestro corazón hay un
espíritu posesivo, y hasta que no aprendamos a pensar en
lo de los otros, Él seguirá esperando para damos lo nuestro.
4) «Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también
en Cristo Jesús}} La versión Reina Valera actualizada
lo dice así: «Haya, pues en vosotros, esta manera de pensar}}.
Un sentir, o una manera de pensar es mucho más que
un pensamiento que tenernos una que otra vez, es nuestra
manera de vivir. Cristo vivía en actitud constante de
humildad. Así debernos vivir y pensar nosotros, y es la
invitación que nos hace el Señor a través de la epístola que
el apóstol Pablo escribe a los Filipenses. Tiene que ser un
sentir, una manera de pensar, algo que el Señor mismo nos
ayuda a establecer en nuestras vidas. Mientras más nos
acerquemos a Él más iremos pareciéndonos a Él y teniendo
sus mismas características. Si usted desea ser una
persona servicial y humilde es necesario que pase tiempo
con el que nos dio el máximo ejemplo de la humildad. Esto
no viene a través de leer algún libro, asistir a algún seminario
o de simplemente proponérselo, sino que sólo puede
venir a través de pasar mucho tiempo con su Señor para
conocer cuál es su manera de pensar y que de esta manera
llegue a ser la suya.
¿Cuál es el «sentir» que hubo en Cristo? Humildad en
todo y hasta lo sumo: 1) estuvo en «forma de Dios», pero
2) no se aferró a este estado, sino que 3) se despojó de su
forma de Dios para 4) tomar forma de siervo hecho semejante
a los hombres, y estando en esta condición, 5) se
humilló aún más, haciéndose obediente hasta la muerte,
y 6) muerte en la cruz. En todo Cristo se humilla hasta lo
sumo. Piénselo por un momento: De Dios a hombre fue
un paso bastante grande hacia abajo. Luego, estando en
forma de hombre, pudo haber sido como muchos hombres,
orgulloso, arrogante y altivo. Pero no, escogió ser «siervo
», la condición más baja de la humanidad. Aun en este
nivel toma otro paso hacia abajo para humillarse todo lo
posible. Después, en la muerte hace lo mismo, porque
permite que lo sometan a la más cruel que el hombre jamás
haya conocido: la cruz. En otras palabras, Jesucristo nos
deja en todo un tremendo ejemplo de lo que es la verdadera
humildad. Desde que bajó del cielo a la tierra, hasta su
vida entre nosotros como siervo; y aun en su muerte al
sufrir la más horrenda y baja que pueda existir. Mientras
tanto, ¿sus seguidores y sus discípulos de hoy? Muy bien,
gracias. Viviendo como si nunca hubieran tenido tan
grande ejemplo a seguir. Cada quien mirando por lo suyo
y no por lo de otros, como si esa fuera la lección que Jesús
les hubiera dejado. Todo el mundo interesado en conseguir
el mejor puesto, la más alta visibilidad y peleándose
los puestos en el ministerio como los niños pelean por los
juguetes. ¡Qué triste! Que teniendo tan gran ejemplo no
estemos viviendo de la manera que Él quiso que viviéramos.
Algún día eso cambiará. ¿Podrá cambiar con usted
y conmigo? ¿Seremos nosotros algunos de los que aprenderemos
las lecciones que El nos dejó para empezar a
caminar en ellas? Eso espero... Eso espero...
LIMPIA BAÑOS
En este asunto soy un poco extremista, porque creo que
Dios quiere enseñarnos lecciones muy importantes a través
de acciones muy básicas y humildes. No por el hecho
de limpiar un baño, sino por lo que esto lleva implícito.
Creo que un músico no debe ejercer un ministerio hasta
que haya aprendido a limpiar baños y a hacer cosas similares.
Si un músico no sabe tomar con sus manos una
escoba, un trapeador o artículos de limpieza, no debería
tomar en sus manos un micrófono, un instrumento o la
dirección de la reunión. Seré radical en este punto, pero
he visto que el trato del Señor nos lleva a empezar desde
abajo para aprender a tener más compromiso y responsabilidad
(<<el que es fiel en 10 poco»). Es lamentable ver la
cantidad de veces que los pastores y líderes hacen llamados
para que algunos voluntarios les ayuden a mover
sillas, barrer o trapear pisos y los músicos brillan... por su
ausencia. Muchos creen sinceramente que no es su «ministerio
» y por eso no deben involucrarse en aquellas
cosas que no estén relacionadas con su ministerio. Permítame
decirle cuál es mi opinión personal al respecto: Si no
puede ayudar a barrer, trapear o cualquier otra tarea que
se requiera en la congregación, usted no tiene ministerio.
Francamente, creo que el hacer todas esas tareas «sucias»
es una de las pruebas para que usted pueda ingresar a la
obra del ministerio. La mayoría de los que estamos en él
empezamos por limpiar baños, limpiar bancos, barrer y
trapear pisos, etc.
Recuerdo mi primer día de ser un «ministro de tiempo
completo». Me habían invitado a ser el «ministro de música
» (pa' l'honra y gloria), en una congregación de tamaño
regular en la ciudad donde vivía en aquel entonces.
Cuando me presenté, la secretaria me dijo que el pastor
me estaba esperando en su oficina. Subí con mucho entusiasmo
para tener nuestra primera «junta oficial de trabajo
». Después de platicar buen rato acerca de cuáles serían
mis responsabilidades en la congregación, de cuánto iba
a estar percibiendo, y de dónde estaría ubicada mi oficina,
mi pastor me dijo 10 siguiente: -Marcos, en el día de ayer
renunció a su puesto el hermano que nos ayudaba con la
limpieza.... estaba pensando que tú nos podrías ayudar
con esto mientras encontramos a otra persona que tome
el puesto.
En ese momento pasaron muchos pensamientos por
mi cabeza, pero, ey... al fin era el primer día de mi trabajo
ministerial, estaba lleno de emoción, entusiasmo y ánimo,
aparte de que estaba seguro de que dentro de poco encontrarían
la persona para tomar ese lugar. Al fin de cuenta~,
yo conocía al Dios de Abraham y estaba seguro de que El
proveería un carnero para el sacrificio.
-Con muchísimo gusto -respondí-, al fin que estamos
para servir. Cuente conmigo.
Fue así, entonces, que pasé la primera semana de mi
«ministerio de tiempo completo» limpiando baños y aspirando
alfombras. El edificio era grande, y además la iglesia
contaba con una escuela a la que asistían diariamente
cerca de 120 alumnos que se encargaban de que cada día
se ensuciara bastante ese lugar. Me pasé la segunda semana
de mi «ministerio de tiempo completo» limpiando
baños y aspirando alfombras. En la tercera semana, habían
cambiado un poco las cosas: ¡Aspiré alfombras y lavé
baños! Digo, para que no se hiciera aburrido el trabajo.
Aproximadamente al final de la cuarta semana estaba
limpiando baños y aspirando alfombras, pero con muy
mala actitud y con nada de alegría.
Hasta la fecha no estoy seguro si mi pastor hizo esto
a propósito o fue una divina casualidad. Divina, porque
el Señor sabía que yo necesitaba tratar ese aspecto de mi
vida. Recuerdo como si fuera el día de ayer que estaba en
uno de los baños limpiando un excusado, inodoro, retrete
o como usted le llame; esta es una tarea nada agradable
que pocos quieren desarrollar, pero ahí me tenían limpiándolo
y teniendo una fuerte discusión con el Señor. Le
estaba diciendo cosas por el estilo de: «A mí me invitaron
para ser ministro de música, y sin embargo, ¿por qué estoy
limpiando inodoros en lugar de estar sentado en el piano
haciendo hermosa música para ti?» «Señor, no es justo que
me tengan haciendo el trabajo que le corresponde a otro
en el reino. Todos tenemos nuestro lugar en el Cuerpo,
como tú mismo nos has enseñado, ahora pues, ¿por qué
me tienes fuera de mi lugar tan desubicado, haciendo
estas tareas que no me corresponden?» Mientras le reclamaba,
seguía limpiando esa taza, restregando fuertemente
con el cepillo. Le puedo asegurar que ese excusado
quedó más limpio de lo que usted se puede imaginar.
Después de unos momentos de estar reclamándole al
Señor y protestando por el «mal rato» al que me había
sometido, Él me habló. Lo recuerdo como si fuera ayer.
Clara y dulcemente, pero con firmeza. «Marcos, si no estás
dispuesto a limpiar baños, no tengo nada para ti en mi
reino)). Fue todo y con eso tuve. Arrepentido y humillado,
comencé a llorar hincado ante ese limpísimo inodoro y le
dije: «Señor, perdóname. Lo único que quiero hacer en
esta vida es ser usado por ti. Enséñame a limpiar baños
para poder servirte mejor)). Y hasta la fecha en ocasiones
me sigue dando oportunidades, para comprobarme a mí
mismo y a Él que todavía sé limpiar baños.
Ahora, catorce años después de ese incidente, puedo
entender con perfecta claridad 10 que Él estaba tratando
de lograr en mi vida. Yo necesitaba ser quebrantado de
ese espíritu que gobierna a much9s de nosotros: el orgullo.
Debemos recordar que sin El, nada somos y nada
podríamos hacer. Así que, ¿cuál es el problema? Subámonos
las mangas de la camisa y ensuciémonos las manos
con la obra que hay que hacer, porque por medio de todas
esas tareas el Señor está formando en nosotros su carácter,
en preparación para tiempos futuros en que podrá usarnos
en muchas otras cosas. Pero casi estoy seguro de que
Él está esperando saber si estamos dispuestos a limpiar
baños (o hacer trabajos similares) antes de que se comprometa
a usarnos más.
Quiero que leamos el siguiente pasaje, donde Jesús
nos muestra que sabe ser siervo. Nos pone un hermoso
ejemplo de lo que es tomar la posición más baja de la
servidumbre. De acuerdo a la costumbre judía, el sirviente
más bajo de la casa era quien lavaba los pies de las personas
que llegaban de visita. Jesús asume ese papel en esta
ocasión.
Se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando
una toalla, se la ciñó. Luego puso agua en un lebrillo,
y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos
con la toalla con que estaba ceñido.
Así que, después que les hubo lavado los pies, tomó su
manto, volvió a la mesa, y les dijo: ¿Sabéis lo que os he
hecho? Vosotros me llamáis Maestro y Señor; y decís
bien porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro,
he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros
los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he
dado, para que como yo os he hecho, vosotros también
hagáis (Juan 13.4,5; 12-15).
El ejemplo que nos dejó es más que el acto físico de
lavarle los pies a alguien. Tiene que ver con un espíritu
(<<sentir», «manera de pensar») de servicio. Muchos pueden
lavarse los pies en un acto simbólico y ritualista y
seguir viviendo sin un espíritu de verdadero servicio. Lo
que 10 hace a uno siervo no es el acto de lavar los pies, sino
una actitud en el corazón y en la mente, una manera de
pensar y de vivir. Este es el ejemplo que nos ha dado el
Señor, y es la manera en que debemos estar viviendo usted
y yo.
JESÚS, NUESTRO MÁXIMO EJEMPLO, UN
SIERVO HASTA EL FIN.
Tómese un tiempo y busque en este momento a alguien
cercano a usted. Puede ser su pastor, alguno de los miembros
de su congregación o algún familiar que comparta la
fe en Cristo Jesús y haga un compromiso de servirle. Debe
ser alguien a quien vea con frecuencia para que sea un
compromiso real y no ficticio. Háblele brevemente de 10
que acaba de leer y dígale, si el Espíritu así 10 dirige, que
usted ha reconocido que necesita ser un siervo, y que le
faltan cualidades de siervo. Comprométase a servir a esa
persona y pídale que le ayude a saber cómo 10 pueda
servir mejor y en qué áreas. Esto es muy importante en
nuestras vidas: Tener a alguien con quien estemos comprometidos
para que nos ayude a ser mejores y verdaderos
siervos no sólo de título. Hágalo ahora mismo.